Las Soledades

Las soledades


Hablemos aquí de Katarzyna Badach, la pintora polaco-alemano-cubana, y occidental. ¿Qué hay? Pintura. Y está puesta. Porque de lo que se trata es del toque. El toque, maestro. No música, ¿o la prefieres? Del toque de la mano (esa extensión, pero ¿y el pincel?), del toque de la mano sobre una tela. Y las manos, ya se sabe, se quiebran entre sí, absolutamente. Pero nunca, no creo, las manos de esta pintora, empeñada, digamos, en buscar soluciones para su cuadro. Y cada movimiento de la mano, y cada arrepentimiento de una y de la otra, en su segundo, es una solución para el fondo. Y el fondo, o cuestión de fondo, como quieras, en pintura, no es el contenido o carta, sino el toque, maestro, que la mano dirigida, allí en su taller, llegue hasta nosotros y atravesando yardas, hasta nosotros y al vulgo, que llegue al fin y nos alegre, que nos alegre o turbe. Aunque nada turbulento es arte, tú y yo sabemos. Y esta pintora es alegre, su toque lo es. Vaya, un Persuasivo más, otro Angélico.
Ah, que el urbanismo. Sí, y las vitrinas, la luz del trópico. Interiores y exteriores. Las soledades.


Ezequiel O. Suárez, La Habana 2013